El Fuji-Yama, montaña sagrada, es un símbolo del Japón. Es cantado por los poetas, reproducido por los pintores y fotografiado por los turistas. Según la leyenda, surgió en una noche, tres siglos antes de nuestra era, al tiempo que a 300 kilómetros de allí la tierra se hundía dando lugar a la aparición del lago Biwa. Otros volcanes japoneses en actividad son, como el Fuji-Yama, objeto de cultos especiales. Los peregrinos ascienden hasta sus cráteres para lanzar en ellos ofrendas destinadas a calmar la cólera de los dioses subterráneos. El Fuji-Yama o Fuji-San ha sido estilizado de modo admirable en las célebres creaciones del pintor japonés Hokusai.

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